"Doctor Strange en el multiverso de la locura / Doctor Strange in the
Multiverse of Madness" juega con un concepto interesante y lo
desaprovecha, pero Sam Raimi inyecta personalidad y estilo al nuevo
producto de Marvel de manera que pocos directores lo han logrado antes.
El director es idóneo en varios sentidos. No sólo definió la fórmula que
el cine de superhéroes aplica al día de hoy con "Spider-Man" (2002) y
sus secuelas, sino que creó clásicos de culto como "Posesión infernal /
Diabólico / The Evil Dead" (1981) y "El hombre sin rostro / Darkman"
(1990), hibridando el horror y la comedia sin derramar una sola gota.
Hay una finísima cuerda floja dividiendo ambos géneros y Sam Raimi es un
maestro en caminarla.
Esa cuerda floja es la trama de la nueva Doctor Strange, una de las
cosas más ridículas en salir del Universo Cinematográfico Marvel. Que
sea tan buena como es, hasta donde lo permite, se debe enteramente a su
dirección: Raimi aporta la versión más entretenida de una de las
historias más estrambóticas e indulgentes de la franquicia.
La trama sigue al hechicero Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) en su
misión por proteger la integridad del ‘Multiverso’, la infinidad de
realidades alternativas con las que Marvel promete reemplazar, poco a
poco, cada uno de sus descartables superhéroes. La única persona que
puede viajar entre estas realidades es la adolescente América Chávez
(Xochitl Gómez) y Strange debe defenderla de quienes pretenden robar su
poder.
La más evidente falencia del guión es América Chávez, cuya pasividad y
falta de caracterización, en combinación con su ubicua importancia, la
asemejan más a una herramienta de la trama - el MacGuffin - que a un
personaje. Pasa la mayor parte del tiempo de su debut en peligro de
muerte, aprisionada por uno u otro, y para cuando la película revela su
mensaje ("Cree en ti mismo") podemos oír al guionista Michael Waldron
abriendo una galletita de la fortuna.
El personaje más importante es Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), la
"Bruja Escarlata". La historia trata más sobre ella que Strange o
América, dado que su aflicción motiva la trama y la línea narrativa es
el saldo de su propia serie de streaming ("WandaVision", 2021). Es
también a través de ella que Raimi canaliza sus dotes como maestro del
susto y el morbo, convirtiéndola en una presencia espeluznante y
regodeándose en todo tipo de horror corporal y humor macabro. Las partes
más violentas parecen estar compitiendo (o copiando) con las de series
como "The Boys" o "Invincible", el último grito de la moda en materia de
superhéroes sanguinarios.
Los efectos especiales son de una calidad inconsistente, más creativos
de lo que son creíbles. A menudo los personajes parecen segregados de
los mundos caleidoscópicos en los que se zambullen y los paisajes
surrealistas que dominan la pantalla. Los pasajes más sencillos son los
más efectivos, como siempre; la mejor parte una persecución entre
humanos de carne y hueso que no necesita más artificio que el movimiento
certero de una cámara para crear urgencia y tensión. Al menos se siente
real. Marvel no haría mal en rodearse de más directores con visión,
aunque sea para elevar productos como "Doctor Strange en el multiverso
de la locura / Doctor Strange in the Multiverse of Madness" (2022).
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